martes, 25 de noviembre de 2008

No sufras por aquellos, cuyo tiempo ya llego


Todos los seres humanos estamos predestinados desde incluso ántes de nacer, a dar el fatídico paso de la muerte, paso para el cual ninguno estamos preparados y que quisiéramos nunca llegase, ya que por el mismo instinto de superviciencia innato en cada uno de nosostros, nos aferramos a la vida, que a pesar de ser en algunos casos tan dura, es hermosa.

Nuestros familiares, amigos, conocidos y relacionados, jamás están preparados para dicho momento (incluso nosotros mismos tampoco), por ello se escuchan frases trilladas como: pero el estaba bien, se veía sano, nunca sufrio de nada, y un largo etc.

El dolor y la congoja atacan los corazones y los estados de ánimos de aquellos para quienes representamos algo, en especial nuestras madres, quienes llevan en lo más profundo de su ser aún los lazos del amor, como si nunca se hubiese roto el cordón umbilical.

Pero la pregunta que nos atañe en esta humilde reflexión es, porqué el dolor?, porqué las lagrimas?, porqué no dejamos partir al ser amado?, Porqué guardamos luto?, porqué seguimos aferrados a la vida?, porqué no aceptamos la realidad?

Bien, sin entrar en detalles particulares sobre la condición humana, que son campos de los psicólogos y estudiosos de los temas del comportamiento humano, yo quisiera preguntarte amigo lector: Acaso no esta la felicidad después de la muerte?, no nos han enseñado que de acuerdo a nuestra fe y nuestras buenas obras vamos al cielo y allí solo hay gozo y felicidad?, si todo esto y más que predican las religiones es cierto, entonces no debemos es estar felices ante estos acontecimientos?

Pues bueno, mi pensar personal y mi experiencia me dictan que si has obrado bien, si has amado a los tuyos y a tus semejantes, si has pedido perdón, si te has apartado de lo que religiosamente se conocen como pecados capitales y haz forjado con tu trabajo honrado el futuro de los que quedan, entonces tendrás tu conciencia tranquila y dormiras profundamente el sueño del nunca despertar.

Para cuando ese momento llegue, tu partida será acompañada de una dulce sonrisa en los labios, tu rostro reflejará la paz y el sosiego fruto de tu buen caminar por este mundo, alcanzarás la eternidad y todo aquello para lo cual nos han preparado en la familia, la escuela, la universidad, la sociedad y la más estricta de las facultades: la vida misma.